El linaje de la familia real Rîl se remonta, según los escritos, al propio Ignatus Rîl, quien llegó al pacto con el linaje Coor para poner fin a la Guerra de los Clanes. Aquellos bajo los estandartes de Rîl se retiraron hacia el oeste, y se asentaron a los pies de las montañas y alrededor de las costas. Durante generaciones cultivaron los campos, pescaron en sus playas, cortaron los árboles de sus bosques y minaron sus montañas, creando pueblos, ciudades, fronteras...
La más destacable de ellas es la capital, Minas Rîl, una ciudad de piedra blanca y forma circular erigida piedra a piedra a los pies de la Cordillera Colmillofrío, con varias murallas concéntricas en las cuales se aglomera buena parte de su población, especialmente en los círculos exteriores, más pobres y sobrepoblados debido a la inmigración de los campos devastados y los poblados arrasados por la guerra contra los Kentauri. En el centro se alza el Palacio Imperial donde vive la familia real, la cual dejó de tener contacto directo con el pueblo hace más de diez generaciones, especialmente desde que el Manto Dorado tomó la posición de la vieja Guardia Real y se encarga de la protección de las familias nobles y de la mantener el orden en la capital. Sobra decir que según avanza la guerra los ricos son cada vez más ricos y los pobres, más pobres. Aún así, fuera de la decadencia de los círculos exteriores, la capital sigue siendo un vergel de culturas en las que confluyen nuberu, humanos, orcos y, de vez en cuando, algún enano. La altura de la muralla exterior es archiconocida, temida y respetada como una de las construcciones defensivas más imponentes de la historia.
Ruinas de Coortalis |
Antiguamente casi todas las regiones del Imperio eran próspertalisas y fértiles, y sus gentes nadaban en la abundancia. Sin embargo, la caída del Reino de Coortalis hace 300 años y a la lenta expansión del desierto que cada vez va dejando más tierras estériles se ha unido a la sobreexploración de los cultivos y las minas de las montañas en busca de piedras, metales y joyas. La escasez de víveres es lo que impulsa la guerra y la que hace tan importante la conquista de Rohäred, la cual se considera legado del Clan Rîl y aún posee tierras fértiles para crear cultivos y bosques que se pueden explotar. La parte de las montañas se ha vuelto cada vez más difícil, debido a que los jotun protegen con agresividad su territorio y se dedican a boicotear los cargamentos que atraviesan las montañas o incluso bajan sus laderas para arrasar pueblos y cultivos en respuesta a la caza orquestada por los magos a los de su raza para crear orcos.
Por este motivo, la estabilidad del Imperio depende estrechamente de sus buenas relaciones con las Legiones Enanas del norte, con las cuales el intercambio de víveres y dracohielo por metales, armas, metales y magmasangre es constante y vital para la supervivencia de ambas razas. De hecho, se sabe que el dinero del Imperio se acuña en las forjas de los enanos de la Legión de Dôr, y que muchos de los ingenios mecánicos que hoy por hoy se pueden en la capital del imperio son de manufactura enana. Incluso se dice que ingenieros enanos participaron en la construcción de la muralla exterior de Minas Rîl.
Torre de Ish'Barad |
Antiguamente, antes de que la maldición cayera sobre la familia Rîl, había varios templos dedicados a todos los dioses alrededor de la Torre, pero éstos se quemaron o destruyeron por orden de Recius Rîl, abuelo del actual Emperador. Hoy en día se admiten estudiantes enanos, nuberu y, muy raramente, algún orco que destaque por sus aptitudes mágicas.
Tras la caída del reino nuberu y la creación del mar interior, el Imperio ofreció su hospitalidad para dar cobijo al rey Du'Faûr y los supervivientes de la catástrofe del Mar Interior. Sin embargo (y a pesar de las advertencias de la Ingwil), en su desesperación, Du'Faûr no supo ver que aquella aparente generosidad iba a cobrarse su precio en el futuro. Cuando los nuberu se recuperaron de sus heridas y comenzaron a colonizar las Antípodas Ardientes, el Imperio fue testigo de las maravillas que ellos podían hacer con el dracohielo, y quiso sacar partido de los intereses de sus vecinos. Debido a que los ataques pirata a los cargamentos cada vez eran más numerosos, el Imperio prometió protección y salvoconductos a los nuberu usando sus propios soldados y su armada para proporcionarles pasos seguros a través de sus territorios y agilizar el transporte del dracohielo. A cambio, claro estaba, de unos aranceles en forma de cargamentos de dracohielo que, poco a poco, han ido tornándose cada vez más altos y opresivos para el pueblo nuberu. Han habido muchas huelgas, quejas y hasta motines en las excavaciones. Pero debido a que parte de los suministros del reino nuberu procede del Imperio y que sin el Imperio les es prácticamente imposible adquirir el dracohielo, del cual depende su sociedad, al final no les queda más que acatar y aceptar las condiciones de los humanos.
Respecto a los Sidhe, no quieren tener relación con los humanos ni inmiscuirse en su guerra. Las relaciones con Duin Tol'sil son bastante frígidas, y prácticamente es como si una nación no existiera para la otra. Obviamente desaprueban su sobre-explotación del medio natural, la extorsión a la que tienen sometida a los nuberu, la carnicería de los Jotun y los Kentauri y sus experimentos mágicos con los orcos, a quienes consideran engendros artificiales de la magia, por lo que no dudan en matarlos inmediatamente en cuanto los ven. No obstante, se dice que la extraña expansión del desierto de Coortalis tiene preocupados a los eruditos sidhe, especialmente desde que los kentauri nómadas fueron prácticamente expulsados.
Con la prematura muerte del Emperador Cornelius Rîl, su hijo de catorce años, Lucius Rîl, ostenta el cargo diligente del Imperio. Sin embargo, al igual que sus antecesores, Lucius padece la maldición familiar, por lo que tiene una salud frágil y hay quienes teman que no llegue a cumplir la edad suficiente como para poder engendrar descendencia, lo que acabaría con el linaje familiar de los Rîl.
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