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martes, 13 de febrero de 2018

Las Antípodas Ardientes



Tras la penosa victoria contra Sigvaorr y sus legiones, el Rey Nuberu Du’Faûr llevó a su pueblo hacia el sur, más allá de los inestables territorios de los Clanes, cuando el Imperio ni siquiera existía. 

Los Nuberu siempre habían vivido del mar, y esa necesidad les empujó a crear su nuevo hogar semiacuático en la red de islas que salpicaban los alrededores de la Isla Ardiente. Surcaron el Mar Negro hasta allí y comenzaron a asentarse entre el agua, el hielo y la lava ardiente. Crearon puentes, puertos, túneles y ciudades subacuáticas. Convivieron con las razas merrows y sirénidas, volviendo a crear una comunidad estable y próspera, viviendo del mar, la pesca, la sal y la obsidiana. 

Quel’Sar fue la primera capital en nacer, y durante mucho tiempo fue la única ciudad Nuberu por encima del nivel del mar. En ella, de hecho, descansa la tumba del Rey Du'Faûr, quien interrumpió la línea de sangre real, siendo considerado el Último Rey Nuberu. 

A nivel subacuático, los Nuberu crearon burbujas de aire encerradas en complejísimas estructuras de hielo, albergando en su interior hermosas ciudades cuya vida siempre fluye a varios grados bajo cero. Ilharn, Ul’Faerz y Ul’Saruk son las ciudades de hielo sumergidas más conocidas, regidas por las casas nobles homónimas.

La última ciudad en construirse fue Ul'knurl, conocida como La Ciudad de los Tres Elementos. Un ambicioso proyecto construido en obsidiana y dracohielo, recorrido por canales de lava, en el que el frío y el calor mantienen un delicado equilibrio que hace posible la vida en la nueva capital. Probablemente sea la ciudad más impresionante del continente, regida por la casa noble homónima que a menudo rivaliza con la Quel'Sar en tamaño, recursos e influencia.

El terreno que los Nuberu han logrado conquistar en la Isla Ardiente es bastante pequeño (apenas una tercera parte). Desgraciadamente las condiciones ambientales de la isla volcánica son demasiado extremas e insoportables para ellos. Además, los Picos Candentes esconden una fauna ardiente y poco amistosa con la que los Nuberu tienen que lidiar muy a menudo para mantener su forma de vida.

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